sábado, 25 de julio de 2009

Mustafa

Mustafa nació en Ceuta, hace 45 años, tiene 5 hijos, y dos nietos mayores que sus dos hijos más pequeños. Desde los 15 años vive en Fuengirola, “trabajando para el turista”. Este verano prepara espetos de sardinas en uno de los chiringuitos más conocidos de la costa.
Mustafa cuenta a quien quiere escucharle, como un tal Juan Gomez, salió en su ayuda cuando recién llegado a Málaga, la policía intentó detenerle tomándole por “ilegal” cuando paseaba a su perro frente a los hoteles de Fuengirola. Mustafá dice que “Juanito” nunca le cuestionó su amistad, ni le preguntó por su nacionalidad.
Mustafá es español y se define creyente pero no practicante de la religión musulmana. Mustafá cuenta a quien quiere escucharle, que los turistas, españoles y extranjeros no hacen el menor esfuerzo por distinguir entre nacionalidad y religión, y le llaman “moro” como a todos los que reflejan su origen norteafricano en su acento o en el color de su piel.
Mustafá tiene la piel arrugada por el paso de los años, la sal de la playa y el calor de las ascuas, y el alma cansada de explicar a quien quiere escucharle la diferencia entre musulmán, árabe, mauritano, y el resto de términos con los que la mayoría de las personas agrupamos a tan diferentes colectivos.
Mustafá cuenta que desde un 11 de septiembre de hace unos años, la desconfianza hacia los seguidores de Alá, o hacia los que hablan cualquiera de las lenguas de origen árabe, ha crecido de forma notable, y culpa en buena medida a los medios de comunicación que no distinguen entre estados islamistas, musulmanes, radicales, o integristas, que no se esfuerzan por enseñar otras realidades, otras civilizaciones diferentes a la nuestra.
Mustafá se ríe de la “alianza de civilizaciones”, y cuenta como hacen los viejos marineros, la historia de un lugar llamado Al-Ándalus, donde por siglos convivieron las tres grandes religiones monoteístas, aportando cada una sus tradiciones, conocimientos y particularidades a la región más culta y prospera de buena parte de la edad media, hasta que desde el norte, llegaron los “católicos”, a golpe de espada, aniquilando a los que no aceptaron sus reglas, y colonizando a los que se quedaron. Mustafá compara con extrema lucidez la mal llamada “reconquista” con los recientes episodios en Irak, o Afganistán, y lamenta que a sus hijos, a nuestros hijos no les enseñen la autentica historia en los colegios ni en las películas. Mustafá cree que ese es el origen de muchos desencuentros, de muchos malentendidos, de muchas guerras.
Mustafá cuenta a quien quiere escucharle, que todas las religiones son en el fondo la misma cosa, y que si alguien es capaz de creer en la existencia de un Dios, no tiene argumentos para desacreditar al que crea lo mismo, aunque cada cual lo llame de una forma distinta.
Mustafá cuenta, mientras clava sardinas en un trozo de caña a la luz de la luna, que el problema de nuestro mundo no esta en Ala, Dios o Yaveh, sino en que los hombres hemos olvidado que todos, sin excepción, somos hermanos.
Amén, אמן, آمين
Juan Manuel Mancebo Fuertes
Agosto 2mil9
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