lunes, 5 de abril de 2010

Equinoccios, militares, curas y concejales.

 Se denomina equinoccio al momento del año en que los dias tienen una duración igual a la de las noches en todos los lugares de la Tierra, excepto en los polos. En el equinoccio de primavera acaba el período en que hay más oscuridad que luz y a partir de entonces el día tiene cada vez más horas de luz que el anterior hasta alcanzar el solsticio de verano. En todos los lugares de la Tierra y en todas las épocas se ha celebrado simbólicamente la llegada de primavera como el triunfo de la luz y de la vida sobre la oscuridad y la muerte.
Así lleva ocurriendo desde hace milenios, en culturas tan dispares como la mediterránea, la china, egipcia, gala, romana, persa o hindú. Particularmente en Occidente, históricamente influenciado por la cultura judeocristiana celebramos la pascua cristiana el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera del hemisferio Norte, en lo que supone una “cristianización” de la fiesta universal de la primavera.
Con la llegada de la primavera, también muchas culturas han conmemorado la muerte y la resurrección de sus respectivos dioses. En Egipto se conmemoraba la resurrección de Osiris, dios de la fertilidad y la regeneración del Nilo, de Atis en Frigia, Mitra en Persia, o Krishna en India y en nuestro Occidente cristiano se celebra la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret simbolizando todas ellas el surgimiento de un tiempo nuevo donde queda superada la muerte y se inicia una nueva vida.
Objetivamente, por tanto, nuestra Semana Santa es la celebración simbólica de un determinado acontecimiento natural (equinoccio primaveral) en el que se celebra el triunfo de la luz y de la vida que ha quedado oculto tras los ritos y las procesiones de una determinada confesión religiosa que la vincula a supuestos acontecimientos y mundos sobrenaturales, transformándolas en un acontecimiento que afecta por unos días a nuestro entorno social, económico y político.

Sin entrar en consideraciones de creencias, y siempre respetando a todas las personas que sientan estas celebraciones como parte de su Fé, (aunque reconozco que me cuesta entender tanta devoción al sufrimiento que en mi opinión mucho tiene que ver con una particular justificación temporal de la extendida indolencia hacia el sufrimiento real de nuestros semejantes en la que vivimos) y sin entrar en consideraciones sobre liturgias de luto cristiano envueltas de lujos y ostentaciones, juerga, bebidas y excesos, que tampoco logro entender, si quisiera expresar mi punto de vista sobre los comentarios relacionados con la presencia de autoridades civiles, militares o policiales en los desfiles procesionales.
Y en ese sentido propongo un análisis bajo el prisma del articulo 16-3 de nuestra Constitución que dice: “Ninguna confesión religiosa tendrá carácter estatal”.
Según este articulo, no se justificaría la presencia de funcionarios, cargos, cuerpos y símbolos del estado en estos actos religiosos no oficiales, en un estado que se declara aconfesional.
En efecto, la presencia del alcalde y concejales encabezando las procesiones junto con el jefe de la policía local, portando además, los símbolos oficiales de sus cargos, suponen, mas alla de consideraciones personales o de protocolo, un dudoso respeto al mandato constitucional, antes señalado, en cuanto a que supone la representación del estado en una ceremonia religiosa, ya que estos funcionarios no acuden a título personal, sino que representan a una institución que no debería distinguir a ningún sector en particular de la población, sea cual sea su creencia religiosa, es decir, estarían vulnerando el principio de neutralidad del estado.
Con su presencia institucional están dando, además, un carácter oficial a las ceremonias de esta confesión religiosa en detrimento a las otras a las que no acude, además de privilegiarla otorgando aportaciones económicas con dinero público directamente o a través de curiosas “fundaciones”, olvidando que representan a todos los ciudadanos, sean cuales sean sus creencias religiosas. También a los ateos. Estarían, siguiendo la lógica del argumento, discriminando otros sectores de la población.
Por tanto el debate, no debería radicar en el puesto que ocupa el Alcalde, el funcionario o la autoridad, sino en si debería asistir en calidad del cargo que ocupa. Por supuesto que un Alcalde y sus concejales deben hacer todo lo posible por fomentar las tradiciones, manifestaciones culturales y religiosas de su pueblo como cargos públicos que son, sin duda. Y si además es creyente y devoto de una determinada imagen, tiene todo el derecho a participar en estos actos de penitencia, pero siempre a titulo personal sin atentar a la aconfesionalidad del Estado y su neutralidad ante las distintas opciones de conciencia que puedan tener los ciudadanos.
Y para evitar malas interpretaciones e interpretaciones malintencionadas de lo que opino, insisto en que como instituciones deben fomentar y asegurar tanto el mantenimiento de una tradición cultural vinculada para algunos a determinadas creencias religiosas, como el derecho universal a la libertad de culto y religión, pero sin olvidar que se trata de una cuestión PRIVADA, sin perjuicio de que tenga visibilidad o manifestación pública, siempre en la medida en que no atente contra otras creencias ni contradiga las leyes civiles.
Y esto es una opinión personal.
Juan Manuel Mancebo Fuertes
http://www.bobastro2.blogspot.com/
Abril 2mil10

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